viernes, 30 de enero de 2009

La Balsa de la Medusa (Théodore Géricault, 1819)

Jean-Louis André Théodore Géricault nació en la francesa ciudad de Ruan en septiembre de 1791. Se dedicó en cuerpo y alma al arte de la pintura, ayudando así, a definir el movimiento romántico pictórico francés.

En 1811 entra a estudiar en Escuela de Bellas Artes de París, pronto se dio cuenta de que su pasión por lo excesivo, y la pincelada empastada, lo que revelaba un marcado temperamento. Su primer éxito vendrá al año siguiente en el salón de París con la obra "Oficial de cazadores a la carga". Este estilo inicial académico irá desapareciendo, tornándose así en un estilo cláramente romántico. La proyección de Géricault se limitó solamente a doce escasos años, pero fue tiempo suficiente para djar una cantidad considerable de obras. Era un amante reconocido de la naturaleza y un apasionado por los caballos, lo que le dio a realizar cantidad de esbozos y cuadros de estos fantásticos animales, con una realidad y dinamismo que no han sido superados por prácticamente ningún otro pintor galo. . En 1814 su obra "Coracero herido " es terriblemente acogida por el público, lo que le sumirá en una profunda tristeza. Conseguirá salir de esta, pero volverá a recaer tras el próximo fracaso en el Gran Premio de Pintura de Roma. Para recuperar su integridad moral y artística (lo hizo así porque dejó embarazada a una tía suya y le dio miedo las consecuencias que pudiera tener este amor prohibido), en 1816 viaja a Roma en la mas estrícta soledad. Aquí queda atónito ante la pintura del renacimiento italiano, es especial con la obra del siempre único Miguel Ángel. Y tras un minucioso estudio de la historia del arte italiana también se prenda de la pintura de Rubens y Caravaggio. Géricault rechaza la escuela pictórica de Jaques - Louis David ya que esta significa un Neoclasicismo académico. El prefiere ensalzar épicamente asuntos de la vida cotidiana. Estilísticamente se vio influido por los estudios de la antigüedad desarrollados en el siglo XIX y por los maestros de los siglos XVII y XVIII. Entre 1818 y 1819 pinta " "Carro de soldados heridos" al igual que pinta una de sus obras insignia " la Balsa de la Medusa", en la cual ahondaremos mas adelante. En 1820 Géricault va a Londres. Allí entra en contacto con Cobstable, cuya pintura causa un gran impacto dobre el artísta al igual que la pintura de caballos de Stubbs. Lo trágico y el sufrimiento pasan a formar parte de su temática, lo que le eleva a los altares del romanticismo, tal será su pasión por el sufrimiento, muerte y locura que, llegará a inspirarse como modelos de sus obras a pacientes de manicomio, un ejemplo de ello es el fantástico lienzo titulado "El Cleptómano" el "la mujer loca" ambos pintados entre los años 1822 y 1823.. Pero Géricault no sólo se conformó con ser un paradigma de el romanticismo, si no, que gracias a su lienzo "Derby en Epson", creado en sus últimos años de vida, creó un precedente hacia el impresionismo. El cáncer se llevó a este maestro de la pipntura un 26 de enero del año 1824, mientras residía en París.


Una vez puestos en antecedentes sobre la vida del artísta, pasemos a analizar una de sus obras, para esta ocasión he elegido "La Barca de la Medusa"

El dos de julio de 1816, la fragata Medusa perteneciente al ejército francés naufragó frente a la costa oriental africana de camino hacia la colonia francesa de St. Louis, actualmente Senegal. Al no haber suficientes botes salvavidas se improvisó una balsa en la que se instalaron 150 pasajeros, pero al poco la tripulación de los botes notó que era demasiada carga arrastrar la balsa para los pequeños bote, por lo que abandonaron a los 150 pasajeros de la balsa. Desde ese momento dependerían absolutamente de su suerte. Los náufragos navegaron a la deriva durante trece días, tiempo en el que sufrieron auténticas situaciones de locura, muerte y canibalismo. Cuando, finalmente, la barca fue encontrada por un navío francés, sólo quedaban 15 personas con vida, cinco de las cuales murieron tras el rescate. Las altas esferas ocultaron el suceso, pero, en otoño de 1817, los supervivientes publicaron el relato que provocó una oleada de repulsa hacia el ejército, por lo que fue censurado y juzgado el capitán de la Medusa.

Géricault expuso Los náufragos de la Medusa en 1819. Un enorme lienzo pintado al óleo de 491x716cm que plasma el sufrimiento vivido por los pasajeros abandonados del barco francés. El cuadro fue receptor de multitud de críticas, muy duras algunas de ellas. Estilísticamente tiene un predominio del color sobre el dibujo, característica principal del romanticismo. Además, el autor muestra la escena con un realismo macabro, deteniéndose en la anatomía resaltada de los náufragos moribundos, para lo cual reunió decenas de cadáveres en su estudio para realizar análisis anatómicos; y componiendo las figuras a base de líneas serpenteantes y espirales, lo que imprime más dramatismo a la escena. La visión es completamente dantesca, pues la balsa está medio deshecha por el oleaje, los cuerpos de los muertos se ven putrefactos, mutilados, desperdigados... El pintor estuvo ocho meses rodeado de cadáveres y de una réplica de una balsa similar a la del suceso (creada por el autor de la original, superviviente del desastre) para poder empezar a realizar el cuadro.
A pesar de que las figuras que Géricault diseñó estaban perfectamente modeladas y del magnífico claroscuro que utiliza, que recuerda al gran Caravaggio y que debió de resultar conocido al público gracias al neoclasicismo, las críticas populares no se focalizaron sobre el estilo de la obra, sino hacia su contenido. No se podía entender que Géricault no eligiera un tema clásico, heroico o edificante como mandaban los cánones académicos. Tampoco se comprendía el porqué de tratar el naufragio, puesto que se suponía que las representaciones de desastres debían evocar un destino humano universal, sin resultar demasiado concretas o personales, ni afectar el ánimo del espectador. En cambio, nuestro pintor se centró, impresionado y avergonzado, en un hecho real que implicaba un gravísimo error humano. Ante los ojos del espectador, solamente desfilan la galería de expresiones humanas que componen la obra, no hay nada que intermedie entre el observador y el acontecimiento representado. La combinación inquietante de figuras idealizadas y la agonía que plasma con extremado realismo, así como su gigantesco tamaño y la minuciosidad de los detalles, desataron una tormentosa controversia entre los artistas de tradición neoclásica y los que tenían una opinión diferente de los temas que debía tratar la pintura.
Géricault rompió con todas las reglas temáticas del neoclasicismo en este cuadro, pero sí respetó las de la composición. Podemos observar la pirámide que forman las personas en la balsa (cuyas figuras evocan la forma de representarlas de Miguel Ángel) que está coronada por un hombre de color negro (que ondea una pieza de tela para llamar la atención de los barcos). Mediante esta composición se pretende dar solidez al cuadro, lo que contrasta con el caos del oleaje. La importancia del lugar que otorga al personaje negro puede estar en concordancia con la lucha por abolir la esclavitud que se acababa de iniciar. Por otro lado, el hombre que agita el trapo blanco muestra la esperanza por la salvación. A la izquierda del lienzo, un hombre de avanzada edad se cubre por un manto rojo dando la espalda al barco creando un punto de impacto visual hacia el cual se va la mirada rápidamente. Esta figura es antagónica a la anterior, ya que es símbolo de la desesperanza que impregna toda la escena plagada de cadáveres. Sin embargo, gracias a las diagonales en ascendente creadas en el cuadro a través de los brazos de los hombres, llegamos a la figura del hombre negro y la esperanza exaltada por la agitación del paño, haciéndonos recobrar las fuerzas por vivir, curioso y original recurso de Géricault. El barco que salvará a los náufragos no se averigua en el lienzo, pero sí los obstáculos, ya que unas grandes olas abaten la barca al tiempo que el viento sopla en contra, dejando a la suerte y el azar la salvación de los moribundos supervivientes. Es precioso como Géricault plasma el viento en los personajes. Mientras el anciano con el llamativo manto rojo ha curvado su cuerpo a favor del viento, como sinónimo de rendición a la muerte, los jóvenes de la pirámide contonean su cuerpo en contra intentando salvarse del trágico destino. Podemos observar que la colocación de los personajes no es arbitraria, sino que en la parte inferior ha colocado a cadáveres y al anciano, y encima a los que buscan la salvación, contraponiendo en ese poco espacio los dos grandes temas de la muerte y la vida respectivamente. Como anécdota hemos de puntualizar que Eugéne Delacroix posó para su amigo y aparece como la figura muerta de primer plano que sostiene el anciano del manto rojo. A su vez, Delacroix le correspondió, retratando a Géricault como uno de los muertos en el infierno que cruza su Barca de Dante.