domingo, 20 de enero de 2008

Mosaicos de San Apolinar del Puerto en Classe (hacia 550)

Se trata de una iglesia que se encuentra en el suburbio de Classe, en las proximidades de Rávena, y guarda cierta similitud en cuanto a la arquitectura paleocristiana. Es una iglesia de tres naves: la central, mayor en anchura y altura, termina en un ábside enmarcado por un gran arco triunfal. El edificio se sustenta sobre columnas clásicas con magníficos capiteles culminados en arco de medio punto. El edificio se cubre con cubierta de madera a dos aguas. En un principio, San Apolinar albergaba sus reliquias, pero, por temor a la invasión de la ciudad por parte de los islámicos, un nuevo templo fue construido lejos del conjunto portuario de Classe, que dio como resultado la iglesia de San Apolinar el Nuevo.

El ábside de San Apolinar en Classe tiene un gran carácter dogmático y simbólico. En el centro inferior del ábside, de estilo claramente bizantino, aparece Apolinar en posición orante. Este símbolo iconográfico del mártir, en ocasiones entre sus discípulos, podemos encontrarlo si nos remontamos a los tiempos antiguos de las catacumbas y, más tarde, de los martyria paleocristianos. La posición se adquiere a la hora de orar por la salvación del alma. Forma Parte del ciclo de la recomendación del alma. Como vemos, el santo se encuentra en medio de un espléndido jardín de múltiples árboles y frutos de los cuales picotean diversas aves, que simbolizan la Eucaristía (Apocalipsis XXII, 1-5). El jardín en conjunto es un símbolo del paraíso. Además, observamos que San Apolinar se sitúa entre doce ovejas que, en principio, podrían interpretarse como los doce apóstoles de Cristo, pero que, en este caso, son reflejo de los primeros cristianos de Rávena. Esta iconografía era poco habitual en el siglo VI, pero quizá se tomó como fuente un texto de Pedro Crisólogo que comparaba al santo como un pastor de ovejas.

Sobre el santo observamos una imagen que mezcla lo narrativo y lo simbólico. Se trata de la transfiguración de Cristo: “Seis días después, Jesús tomó a Pedro, Santiago y Juan, y los llevó a ellos solos a un monte elevado Sus vestiduras se volvieron resplandecientes, tan blancas como nadie en el mundo podría blanquearlas. Allí se transfiguró en presencia de ellos. Y se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús. Pedro dijo a Jesús: ‘Maestro, ¡qué bien estamos aquí! Hagamos tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías‘. Pedro no sabía qué decir, porque estaban llenos de temor. Entonces una nube los cubrió con su sombra, y salió de ella una voz: ‘Este es mi Hijo amado, escuchadlo’. De pronto miraron a su alrededor y no vieron a nadie, sino a Jesús solo con ellos. Mientras bajaban del monte, Jesús les prohibió contar lo que habían visto, hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos. Ellos cumplieron esta orden, pero se preguntaban qué significaría ‘resucitar de entre los muertos’...” (Marcos IX, 1-13).

En el centro, a lo alto, surge la mano divina de Dios padre de entre las nubes, que señala un medallón repleto de estrellas en medio de la bóveda estrellada, emana una cruz llena de piedras preciosas, la cual lleva el retrato de un Jesús a la manera siríaca (barbado) en la intersección de los brazos. A ambos lados del testero de la cruz, aparecen el alfa y el omega que simbolizan el principio y el fin y que son símbolo de eternidad al igual que el círculo del medallón, ya que un círculo es algo eterno. Encima de la cruz, se lee "ijzus" (transcrito al castellano), que en griego significa pez, y, en acróstico, emana de cada letra una palabra que forma la siguiente frase: Jesús Cristo, hijo de Dios salvador. A los pies de la cruz, se lee en latín Salus Mundi, aludiendo a que Cristo es el salvador del mundo. A ambos lados del medallón pueden verse los profetas Moisés y Elías. Moisés representa la ley antigua y Elías es el máximo profeta. Más abajo, entre el bosque, tres ovejas miran hacia la cruz, simbolizando a los tres apóstoles que toman parte en la transfiguración de la que antes hablábamos: Pedro, Juan y Santiago. Esta versión cambia la figura de Cristo por la de una cruz con una pequeñísima imagen suya. La cruz con piedras se refiere a la cruz Gemmata: Santa Helena, mujer de Constantino, encontró la vera cruz y la mandó recubrir de plata y de piedras preciosas. La bóveda estrellada hace referencia al texto de mateo XXIV, 30: “Entonces aparecerá en el cielo la señal del Hijo del hombre. Todas las razas de la tierra se golpearán el pecho y verán al Hijo del hombre venir sobre las nubes del cielo, lleno de poder y de gloria”. Esto es un anuncio del juicio final, la segunda venida de Cristo. Concluimos, pues, en que la escena representada es la representación de que el perdón de los pecados se obtiene gracias al sacrificio de Cristo y San Apolinar, orante intercede por sus fieles ante el crucificado para que las almas lleguen al paraíso.

Bajo esta compleja escena iconográfica y entre el cuerpo de ventanas del ábside retratados en nichos y coronados con coronas votivas, encontramos a las cuatro primeros obispos de Classe retratados en los mosaicos: Severus, Urso, Eclesio y Ursino. A modo de principio y cierre de la fila de ventanas, encontramos dos imágenes que representan sacrificios, el sacrificio de Isaac, y en el lado opuesto el sacrificio del paan y vino del sacerdote-rey de Melquisedec.

El arco triunfal donde se enmarca el ábside también tiene una interesante iconografía en sus mosaicos. Empecemos a analizarlo en registros horizontales desde la parte inferior hacia la parte alta. En primera instancia encontramos a Pedro y Pablo.

Sobre ellos vemos a los arcángeles Gabriel y Miguel vestidos a la manera imperial, portando enseñas con la triple hagios, símbolo de la santa Trinidad, añadiendo al conjunto solemnidad. Sobre ellos, se alzan dos palmeras que dan sus frutos, nueva alusión a la Eucaristía citada en Apocalipsis XXII, 1-5. En el registro siguiente doce ovejas salen de unas puertas que parecen murallas, que quizás representen a Jerusalén y Belén, y que parece que ascienden por una verde montaña hacia el registro superior en el que se representa la visión apocalíptica de San Juan (Apocalipsis IV, 2-11). Se nos muestra este último registro envuelto en nubes, en el centro, rodeado de un círculo que simboliza eternidad y encontramos a Cristo con su característica nimbo crucífero y portando el libro de los siete sellos apocalípticos. Alrededor de él se sitúan los tetramorfos alados, portando los evangelios y dirigiéndose hacia Cristo (el tetramorfos al adoptar cuatro formas diferentes podemos descifrar que toma la iconografía de la visión apocalíptica de Juan y no la del profeta Ezequiel que describe al tetramorfos como cuatro seres con 4 formas cada uno).
Gracias a esta serie de mosaicos podemos disfrutar de la complejidad iconográfica y simbólica que nos brinda el arte bizantino.

Bibliografía:
  • SAS-ZALOZIECKY, W. Arte Bizantino. Moretón, Bilbao, 1967.
  • ROCCASALVA FIRENZE MIRELLA. L' icona. Manuale di iconografia bizantina. Istina, Roma. 2005.
  • GRABAR, A. L'Iconoclasme bizantin. Flammarion, Paris, 1984.

1 comentario:

Anónimo dijo...

hola!!!!

Me acabas de salvar la vida... falte a clase los dias que dimos rávena y no tenia la simbología musivaria de apolinar en el puerto... la página esta rechula... la pondré entre mis fuentes de estudio ejjejejeje un saludo

alumno de la UCM