jueves, 24 de enero de 2008

Guernica (Pablo Ruíz Picasso, 1937)

Los años treinta y cuarenta son una conmoción para los artistas que habitan en el Parías de la época como Joan Miró o Pablo Picasso por la guerra civil española y la segunda guerra mundial. La sensibilidad republicana de Picasso cobra aún mas vida con los acontecimientos que a su lectura llega a través de los periódicos franceses. Estos hechos hacen aflorar una sensibilidad artística en el pintor que ya había demostrado en su juventud. Los recursos del cubismo, como el solapamiento del rostro de frente y de perfil, son aprovechados con criterio expresionista para evocar las monstruosidades de la guerra. Este rasgo picasiano lo encontraremos en el futuro en artistas como Lucian Freud o Francis Bacon. Este gran mural (349,3 por 776,6centímetros) fue encargado por la república española al frente Manuel Azaña para ser pieza estelar en el pabellón de España de la exposición Universal de París en 1937, en el que también contribuyeron artistas como Miró.

La legión “Condor” de la aviación alemana bombardeó la villa vasca de Guernica el 26 de abril de 1937, produciendo una auténtica masacre entre la población civil. El uno de mayo, Picasso recibe las primeras informaciones y fotografías. Lo que ve, le provoca tal impacto que en apenas un mes tiene listo el cuadro, con un estudio previo de esbozos y estudios previos. Este cuadro quizá sea uno de los mas tristes que un artista ha pintado jamás por lo que representa. Picasso al hablar del cuadro dijo estas palabras: “No, la pintura no está hecha para decorar las habitaciones. Es un instrumento de guerra ofensivo y defensivo contra el enemigo”. Picasso no lo consideró de sus grandes obras, quizá por la iconografía que se admiraba en él.
Lo primero que se percibe es la ausencia del color. El cuadro está basado en el blanco y el negro, puede que aludiendo al recuerdo de las fotografías e imágenes que el pintor visualizó de la masacre, que también estaban en estos colores, una elección que, además, imprime mayor dramatismo a la obra.

Analizando la obra de derecha a izquierda, lo primero que nos impacta es el trágico grito de auxilio de una mujer con las manos extendidas al cielo. Sobre ella, en el dintel de las puertas, afloran unas llamas triangulares, que evocan los devastadores efectos de las bombas.
Continuando, una mano con un candelabro encendido (aludiendo quizá al las llamas del fuego) entra por el vano, como si todo se tratase de un sueño, al igual que lo hace una cabeza femenina que mira espantada los horrores de la guerra. Bajo la ventana, un joven, corre gimiendo de dolor, arrastrando como puede sus miembros medio amputados por la masacre.

El caballo, en el centro de la escena, grita atormentado como muestra del máximo dolor, y se retuerce a hacia el espectador para hacerlo partícipe de su sufrimiento. Su lengua recuerda a la forma de un cuchillo y, bajo él, observamos un brazo amputado, inerte, portando una espada quebrada, como muestra de la demencia de la guerra. A su vez lleva una flor, intentando transmitir la esperanza de que la paz venga. En el centro superior, un una lámpara encendida con forma de ojo es la única fuente de luz de la escena macabra, con lo que acentúa los contrastes blancos y oscuros con sombras del lienzo.

En la parte inferior izquierda un brazo se alarga, como queriendo alcanzar algo, quizá intentando aferrarse a su vida. Una cabeza degollada, muestra la última expresión de un decapitado. Una madre se esta arrodillando mientras grita y solloza hacia el cielo, sus ojos parecen dos lágrimas que se deforman de dolor, intentando que alguien la escuche, mientras porta el cuerpo sin vida de su hijo en brazos. Aquí, Picasso quiere reflejar que miles de vidas inocentes (como la del bebé en este caso) perecieron a causa de la acción bélica. Sobre ella, un toro fija sus ojos en el espectador, posiblemente como recuerdo de las primeras obras taurinas del pintor malagueño.
El 10 de septiembre de 1981, se instala en el Museo del Prado de Madrid, hasta que en 1992 se traslada definitivamente al Museo de Arte Reina Sofía.
Nunca antes, desde “La muerte de Marat”, de David, o “Las matanzas de Chios” de Delacroix, había conseguido la pintura semejante expresión trágica de lo contemporáneo con carácter universal.
Como anécdota: con París ocupada por los Nazis, hacia 1940, un oficial alemán le preguntó a Picasso que si era él el que había hecho eso. El respondió: “No, han sido ustedes”.

Bibliografía:

  • CALVO SERRALLER.: Pablo Picasso. El Guernica. Alianza, Madrid, 1981.
  • MARIN, J.: Guernica ou le rapt des Ménines. La Lagune, París, 1994.

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